Existen un sinnúmero de páginas en internet donde los adolescentes y jóvenes cuelgan fotos y videos de ellos mismos que son comentadas y puntuadas del 1 al 10 por los visitantes. Es decir, suben fotos y vídeos a un servidor, desde el cual son vistos o descargados por otros, que a su vez hacen lo mismo, y esa exposición tiene un valor… cuanto más osado, más puntaje.
En los videochats, donde al chat tradicional -leer y ser leído por el otro- se le suma la posibilidad de ver y ser visto por a través de una webcam (cámara web) en tiempo real, no es nada extraño que uno pida al otro que se saque la ropa y que el lenguaje combine incitación, adulación y dominación. También existe el peligro de ir más allá: hacer poses, tocarse y exhibirse ante la webcam para ser visto por el otro en actos propios de la intimidad, que deja el ámbito de lo privado para hacerse pública. No faltan ejemplos de las malas consecuencias que para algunos adolescentes han tenido las incitaciones y exigencias de ciertos visitantes habituales de estos lugares, entre los que no faltan adultos perversos virtualmente disfrazados de pares.
Propuestas como esta, no son más que una manifestación preocupante de la forma en que los adolescentes y jóvenes de hoy viven el "culto al cuerpo" que tanto se practica en nuestra sociedad. Yo señalaría que también, más allá de esto, estas nuevas tecnologías -donde además de internet y las webcams se introducen los celulares con cámara- pueden incidir muy negativamente en el desarrollo de los adolescentes, estimulando una fijación desproporcionada por la apariencia personal, haciendo que el propio cuerpo se ponga en el centro de la personalidad e induciendo a que chicas y chicos se presenten meramente como potenciales objetos sexuales, con exclusión de cualquier otra característica.
El mayor problema de hoy es, fundamentalmente, relacional. Estamos embarcados en una búsqueda de una “falsa intimidad” porque no sabemos cuál es la verdadera intimidad. Hemos dejado que nuestra cultura nos diga que la única intimidad posible y deseable es la física, el cuerpo propio y del otro, por ello muchas veces el sexo es una especie de medio para alcanzar intimidad. Los adolescentes y jóvenes no desean tanto las relaciones y sensaciones sexuales, sino sentirse cerca de otra persona.
La “curiosidad” propia de la edad los conduce, en muchos casos, a la iniciación temprana en las relaciones sexuales. En los últimos tiempos es muy frecuente encontrar niños -que recién están dando sus primeros pasos por la adolescencia- que mantienen relaciones genitales cuando aún no se han desarrollado y sus cuerpos no estas preparados para experimentar placer sexual genital. Ni hablar de la falta de maduración psicológica para elaborar el acto sexual y conectarlo con lo afectivo.
Esta iniciación sexual temprana tiene mucho que ver con la influencia de los medios de comunicación que imponen modelos de niños y adolescentes sin límites, sin contención afectiva y con la búsqueda inmediata del placer.
Los medios muestran el sexo como algo glamoroso, instintivo y lo que es más peligroso libre de riesgos. En general, todas las relaciones sexuales que muestra, por ejemplo, la televisión son entre parejas que no tienen ningún compromiso. En vez de adentrarse en el tema más complejo de la intimidad humana, los medios se sienten satisfechos mostrando, sencillamente a las parejas “haciendo el amor”.
La experiencia sexual pareciera ubicarse, entonces, como sustituto de la intimidad que, inevitablemente, trae temores y vulnerabilidad, y por ello nuestros jóvenes comparten sus cuerpos porque es más fácil que compartir sus emociones e inquietudes.